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Zona de trabajo de la asociación Reforesta
Zona de trabajo de la asociación Reforesta
Hace más de 15.000 años, a finales del Paleolítico, la trashumancia comenzó a ser una práctica ganadera de un alto valor ecológico y económico. Su importancia, de trasladar el ganado de una zona a otra en busca de alimento, fue descendiendo con la estabulación de los animales.
Esta práctica tan arraigada en España es un recuerdo cultural, que ha conllevado el desuso de las vías pecuarias, caminos de trashumantes que sucumbieron también, en algunos casos, a la construcción de infraestructuras o quedaron abocadas a una reforestación urgente.
La asociación Reforesta promueve la recuperación del entorno natural en algunas de las vías pecuarias de la Comunidad de Madrid. Más de 4.104 kilómetros de caminos y 13.000 hectáreas que son consideradas Bien de Interés Natural y Cultural.
Recuperación de especies autóctonas
“Las vías pecuarias se asocian con el tránsito ganadero, pero también son relevantes para la fauna silvestre y para la propagación de la flora, a modo de corredores ecológicos, y por eso su valor”, pone en contexto Celia Barbero, técnico de proyectos en Reforesta.
“Nosotros nos centramos, en la recuperación de especies vegetales autóctonas en los márgenes de estos caminos, sin dificultar el tránsito de ganado y promoviendo la cubierta vegetal que facilite cobijo y alimento a la fauna”, afirma en relación con el proyecto de reforestación del Cordel de las Asperillas, localizado en Villamanrique de Tajo, en el sureste de la Comunidad de Madrid y en las cercanías del río Tajo.
La importancia de este proyecto, que cuenta con el apoyo de CaixaBank y Fundación Montemadrid, radica en la problemática a la que se enfrenta esta vereda, muy degradada como consecuencia del deterioro de la cubierta vegetal, la aridez de la zona , la escasez de lluvias y la intensificación de los regadíos.
“La regeneración de forma natural es inviable debido a las duras condiciones del entorno, por lo que recuperarlo ambientalmente depende de una apuesta firme por la restauración”, señala Barbero.
Las expectativas de regenerar el Cordel de las Asperillas son positivas. “La presencia de encinares en zonas cercanas sobre suelos similares a los de esta vía pecuaria, nos hace confiar en este proyecto, en recuperar el bosque plantando encinas, coscojas y otras especies autóctonas, bien sembrando semillas autóctonas, unas 5.000, o plantando especies procedentes de viveros, como 1.000 árboles”, asegura Barbero antes de reconocer que “los resultados de esta reforestación la verán nuestros nietos”. “Un bosque tarda mucho en consolidarse”, apunta.
La fuerza del voluntario
En este proceso de reforestación entra en juego el protagonismo esencial de los voluntarios, los ayudantes de los técnicos de Reforesta. “El voluntariado es una herramienta muy potente en estas labores”, reconoce la técnico.
Si la complicada situación sanitaria lo permite, las actividades de voluntariado empezarán en enero. “Les explicaremos cómo plantar un árbol, cómo instalar los protectores, cómo identificar a un árbol, cómo distinguir una especie arbórea de otra o qué tipo de mantenimiento debe hacerse durante los años siguientes”, explica la técnica.
La experiencia de Reforesta en la recuperación de bosques y otros espacios de especial interés ecológico es notoria. Desde 2009 han plantado más de 25.000 árboles y han desarrollado un programa específico de recuperación de vías pecuarias. Además de estas intervenciones, desde Reforesta se trabaja en la ardua labor de concienciación e implicación de la ciudadanía en la conservación de estos espacios naturales de alto valor, bien a través de actividades de formación o de voluntariado ambiental.
“Poco a poco, estamos avanzando”, reconoce Barbero cuando se le pregunta al respecto, aunque afirma que aún tienen “mucho margen de mejora”. “Los mensajes ambientales están en los medios y esperemos que no sea una moda, sino que sirva de reflexión para todos y cuidemos nuestros ecosistemas”, concluye.