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Foto del exjugador de fútbol y fundador de Fundación Relife, Julio Alberto Moreno.
Foto del exjugador de fútbol y fundador de Fundación Relife, Julio Alberto Moreno.
“No se es adicto para toda la vida”. La frase la firma Julio Alberto Moreno y es toda una declaración de intenciones. Es reflejo de quien, con doble nombre y apellido, en el pasado, como jugador del Barça escribió una página dorada de la historia del fútbol de los 80, con muchas luces y, también, con varias sombras, reconocidas con valentía.
Pero, también, es una frase que entrecomilla Julio, la persona que está detrás del personaje. La persona que reivindica desde hace tres décadas las segundas oportunidades a base de mucho esfuerzo y “de manos que agarran fuerte”, y que le ha permitido construir un presente que califica como “el mejor momento” de su vida…, por encima de la fama y de cualquier palmarés deportivo.
Y, sobre todo, la suscribe la persona que mira al futuro con un objetivo claro: “Formar, educar y prevenir” a los jóvenes contra las adicciones de siempre, que él ha superado, y también contra las nuevas adicciones, pantallas que introducen a los jóvenes en redes sociales, apuestas, videojuegos o pornografía. Es un convencido de que la sociedad de hoy es “mucho más compleja” y hay que actuar “ya”.
Julio defiende que “cuando se sale de una adicción, se sale”. Primero, porque se trata de una enfermedad y “hay tumores que se superan y se curan”. Pero, además, porque cree que pensar en la adicción “para siempre” hace daño a esas personas que pelean con uñas y dientes para dejar el pasado atrás y, decir lo contrario, les “marca” de por vida. Él odia “las etiquetas”, aunque sabe mucho de ellas y, muy a su pesar, sigue arrastrando algunas por “errores” que superó hace media vida. “Tú has tenido un problema, has salido de él y ya está. Empiezas una nueva vida y te conviertes en una persona diferente”, reivindica.
Desde principios de 2023, Julio está al frente de la Fundación Relife, una idea que surgió en una conversación de terraza hace siete años y a la que se fueron sumando “las personas adecuadas”, expertos en el mundo de las adicciones, y CaixaBank, a quien considera su “compañero fiel”.
Este curso académico se ha puesto en marcha el ‘Circuito Relife’, que está recorriendo diez capitales de provincia para “ayudar a los jóvenes a no caer en las adicciones y a formarles para que sepan tomar las decisiones adecuadas y para que tengan esas habilidades sociales que hoy son determinantes”. “Todo el mundo tiene curiosidad, tienen que contestarse a sí mismos cómo construir el deseo, pero nuestra pretensión es remover a los jóvenes un poco por dentro para que puedan crecer y crecer bien”, resume Julio.
En la jornada, con “el lenguaje que tienen los jóvenes y que les llega”, se habla abiertamente de las drogas de siempre, “que hoy están más presentes que nunca en la sociedad” y, también, de las pantallas, “a las que los menores dedican entre 4 y 8 horas al día”, con todo lo que conlleva en relación con la suplantación de identidad, el bullying, la pornografía… y una derivada estremecedora que arroja que el índice de suicidios más alto de España lo tienen los menores de 25 años. “La marihuana, el alcohol y la pantalla son los principales riesgos con 13 o 14 años. Esto es Disneylandia para ellos”.
Julio tiene claro que, cuando él era un niño, en los 60, lidiaban “con las necesidades”. “Ahora los jóvenes lidian con la abundancia, las nuevas tecnologías y otras muchas cosas que nada tienen que ver con las necesidades de antes”.
De ahí, su principal petición: “Los colegios necesitan una asignatura de habilidades sociales y hábitos saludables. Enseñamos a Platón, Einstein, Matemáticas o Geografía, pero tenemos que enseñarles qué pasa cuando sales del colegio, de casa o cuando estás al otro lado de una pantalla. Tenemos que enseñar otras cosas que no se estudian hoy en día porque, si no, a la primera trampa caerán”.
Ésta es su pretensión y una materia pendiente para la Unión Europea, el Gobierno y, también, los ejecutivos autonómicos. Con alguno, Fundación Relife ya está trabajando porque, defiende Julio, “estamos en un momento muy importante, en una lucha para educar y prevenir, porque las nuevas tecnologías avanzan a una velocidad tremenda y necesitamos reglas y límites”.
En paralelo, Julio no desdeña que la educación, y esto no entiende de épocas, no solo se forja en el colegio o en el instituto. A veces, a los padres también hay que hacerles un examen de hábitos. “La primera referencia son los padres. Son el pilar fundamental y su influencia es brutal. Si quieres educar bien a tu hijo de 14 años, no puedes llegar a casa a ver el partido Barça-Madrid y tomarte cinco cervezas y decirle que no beba, o fumar y decirle que no fume. Con lo que ve en casa, va creciendo y aprendiendo”.
En las jornadas del ‘Circuito Relife’, 3.500 jóvenes de Zaragoza, Tarragona, Sevilla, Barcelona, Valladolid, Madrid, Palma, Lleida, Tenerife y Toledo descubren a Julio Alberto Moreno. Se maravillan, seguro, con los goles que marcaba con el Atlético de Madrid de Vicente Calderón y Luis Aragonés, con la selección española o con el Barça de Diego Armando Maradona. Para sus padres y profesores, el personaje no necesitaba presentación. Seguro que ya admiraban al futbolista. Pero todos, por igual, se estremecen con la historia de la persona, de Julio.
“El mayor aprendizaje es la vida. A veces, con mucha tristeza: a veces, con mucha alegría; a veces, con dolor”. Y su historia tiene mucho de todo. Cuando se desnuda en el escenario, descubre al niño que, con seis años, fue separado de sus padres y sus hermanos pequeños porque en su casa se vivía un ambiente de maltrato. Al estudiante brillante de orfanato que, tras siete años de disciplina, fue premiado con un campamento de verano en el que el director abusó de él.
También descubren al hijo que volvió a la casa de su padre en el Principado, pero que terminó “robando 900 pesetas” de su bar para escaparse a buscar a su madre y a sus hermanos a Madrid. Al hermano mayor que practicaba otros deportes, pero, en la capital, empezó a dar patadas a un balón con 14 años para intentar ganarse la vida y acabó siendo fichado por el Atlético de Madrid. Al canterano que tuvo que justificar ante su madre que no había robado su primer sueldo con el que le compró “un pijama y una bata", llenó la nevera y permitió a su familia dejar la pensión en la que vivían y convertir su primera casa en un hogar... Después, las necesidades quedaron atrás, llegó el éxito deportivo, la fama y, más adelante, la adicción.
Ante un auditorio lleno de jóvenes, Julio advierte, sin filtros, de que “en todas las familias de España ya tenemos a alguien conocido que ha tenido un problema con las adicciones” y lamenta que las adicciones “pueden acabar con una familia entera”. Pero Julio también se muestra convencido de que “acompañándole” se puede ayudar a alguien que está cayendo o ha caído en una adicción. Admite que es “complicado”, porque hay momentos en los que “no crees en nadie” y puedes llegar a “no creer en la vida”. Pero sus años de generosidad ayudando a los demás le llevan a afirmar que “siempre hay puertas abiertas”. “Siempre hay alguna por la que te puedes colar para ayudar a esa persona a que le dé un giro de 180 grados a su vida y que se deje ayudar. Siempre hay un punto débil, la pareja, los hijos, los padres, los amigos o el trabajo…”.
Entonces llega el momento de “hablarle con la verdad por delante, de decir las cosas como son, porque esto no es un juego y cuesta salir, es difícil. A veces requiere tratamientos duros o incluso ingresos”, explica. “En ese punto, cuando lo reconocen, todos saben cuál es la situación, dónde han llegado, lo que han hecho y el daño que han causado. Y es entonces cuando toman decisiones”. Y añade: “Casi todas las batallas las ganamos cuando se toman decisiones porque es cuando das ese paso adelante que te permite empezar a vivir. Y vuelves a la vida”.
Ahí está Julio desde hace mucho tiempo. Vive donde quiere vivir, en una casa en el campo en su Asturias natal, y como quiere vivir, con su hija y con sus perros. Liberado de etiquetas caducadas, convencido de que no puede gustar a todo el mundo, pero “en paz” consigo mismo, convencido de su honestidad y, como creyente que es, consciente, dice, de que todo lo vivido tiene un porqué para estar hoy donde está, saber lo que sabe y hacer lo que tiene que hacer. “No me arrepiento de nada, ni cambiaría nada de lo que me ha pasado”.
Hoy trabaja para que la Fundación Relife siga creciendo “sin prisa”, pero con “paso firme”, ultima un documental y una película con la que “remover a más jóvenes” y, mientras, encabeza el ‘Circuito Relife’ para generar “debate” entre los jóvenes y que se lleven “al patio del colegio, del instituto o la universidad” la que, sin duda, será siempre su mejor jugada.